Del mismo modo que nuestro cuerpo está hecho de células, nuestra realidad está formada por dos emociones: el Amor y el miedo. Para comprenderlas mejor, nombraremos algunas de sus características:
En el amor no existen obligaciones, todo lo que hacemos es porque queremos hacerlo, se convierte en un placer, un juego y nos divertimos con él. En el miedo todo son obligaciones, creemos que tenemos que hacerlas cosas, aunque no nos gusten y esa misma obligación se la exigimos a los demás.
El amor no tiene expectativas, da sin esperar nada a cambio por el mero hecho de que le apetece y comprende que los demás no quieran hacerlo. Nada de lo que sucede es personal y todo está bien. No espera nada de los demás y no siente obligaciones. El miedo está lleno de expectativas porque la acción parte de una obligación y no desde el deseo. Por eso cuando el otro no hace lo que esperamos de él nos sentimos heridos. Aparece la importancia personal.
El amor se basa en el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, permitiendo que cada uno sea y se exprese desde su libertad. El miedo no respeta nada, ni siquiera a uno mismo, es ahí cuando aparece la victimización y el control sobre uno mismo y sobre los demás.
El amor no siente lástima por nadie, pero si compasión. Su manera de ayudar consiste en infundir ánimo y motivación que nos impulsan a hacer las cosas por nosotros mismos y encontrar nuestro valor. El miedo siente lástima y pena por todos, reforzando la idea de desvalorización, carencia y de que hay un salvador externo. La compasión proviene del respeto y la lástima de la falta de respeto.
El amor es totalmente responsable y consciente de que siempre experimenta las consecuencias de sus acciones. Todo lo que pensamos y hacemos tiene su repercusión en nosotros y nos aporta aprendizaje. El miedo no asume la responsabilidad por eso siempre intenta proyectar fuera, en otros, las consecuencias de sus actos, frenando así el aprendizaje y la evolución.
El amor siempre es amable. Cuando experimentamos amor nos sentimos bien con nosotros mismos y sonreímos porque estamos sintiendo felicidad. La amabilidad nos convierte en personas generosas y nos abre todas las puertas. El miedo siempre es rudo. Cuando lo experimentamos nos llenamos de obligaciones, expectativas, nos victimizamos y nos sentimos amenazados. Por eso reaccionamos ante los demás usando diferentes máscaras como el enfado, la tristeza o los celos. Nos somos amables porque no nos sentimos felices.
El amor es incondicional, no exige nada y todo es perfecto tal cual está ocurriendo. Cuando amamos de verdad no necesitamos razones para hacerlo, surge de forma natural. Aceptamos al otro tal cual es y le permitimos ser libre de ser el mismo. El miedo está lleno de condiciones. Desde el miedo proyectamos sobre el otro nuestros ideales. Creamos una imagen de como debería ser el otro e intentamos manipularle a través de la culpa y el juicio para que cambie y se adapte a lo que nosotros queremos que sea.
El amor es sincero, el miedo miente.
Para cada uno de nosotros el amor será algo completamente diferente porque el amor no es un concepto, es una acción. Para descubrir lo que es, hay que vivirlo, experimentarlo.
Lo que si podemos afirmar es que el amor en acción genera felicidad y el miedo en acción solo genera sufrimiento.

