Los humanos somos, por naturaleza, seres sensibles y esto se debe a que percibimos la vida desde el cuerpo emocional. Este, es como un aparato de radio, que se puede sintonizar para percibir determinadas frecuencias o bien para reaccionar frente a otras.
Nuestra frecuencia natural es el amor, la exploración y el disfrute de la vida. Los niños lo expresan constantemente, pues no definen el amor como un concepto abstracto, solo lo viven.
Tanto el cuerpo emocional como el cuerpo físico cuentan con sistema de alarma que nos permite saber cuándo algo no va bien. En el caso del cuerpo físico el sistema de alarma es el dolor y en el cuerpo emocional es el miedo.
Con el tiempo, aprendemos a tener un determinado estado emocional según la energía emocional que impregne nuestro hogar, por eso nuestro cuerpo emocional empieza a cambiar su sintonización natural para sintonizarse con el juego de los adultos, donde aparece el sistema de premios y castigos y un sentido de la justicia e injusticia.
El sentido de la injusticia abre una herida emocional en la mente, causada por diferentes acontecimientos que ocurren en nuestra vida. Veamos un ejemplo:
“Imagínate que tienes tres años, te sientes feliz y estas jugando, explorando. Aun no tienes conciencia de lo que es bueno y malo y te encuentras en una habitación jugando con la guitarra de papá. Para ti es solo un juguete y no pretendes causarle ningún daño. Tu padre llega del trabajo tras un día de esos en los que no se siente bien emocionalmente, problemas en el trabajo, entra en la habitación y te ve jugando con sus cosas. Se enfada y te da una zurra”.
Desde tu punto de vista es una injusticia, tu padre llega enfadado y descarga su ira sobre ti. Ese sentido de la injusticia abre una herida en tu cuerpo emocional y en tu mente y pierdes una pequeña parte de tu inocencia. Tu cuerpo emocional te dice que existe algo en lo que no puedes confiar y que ese algo podría repetirse. Antes de que ocurriese todo, tu mente estaba totalmente sana, eras del todo inocente. Tras la experiencia aprendes a reaccionar de un modo determinado, de una manera particular tuya. Guardas la emoción para ti y eso cambia tu manera de vivir. Con cada miedo nuevo, perfeccionas más tu sistema de defensa, alejándote de tu inocencia.
Con el tiempo esta herida emocional se llena de veneno y el futuro comienza a preocuparnos porque tenemos el recuerdo del veneno y no queremos que vuelva a ocurrir. Queremos armonía, pero no sabemos cómo crearla. Estamos atrapados dentro de nuestra burbuja de percepción errónea, donde los incidentes e interacciones con los demás nos enseñan que no es seguro ser quienes realmente somos.
Quizás te definas a ti mismo como tímido o inseguro, pero la timidez es solo el miedo a expresarse uno mismo. Quizás creas que no sabes cantar o bailar, expresarte o relacionarte con los demás, … más esto es solo la represión de un instinto humano natural: expresar el amor. Cuando abras los ojos y mires lo que te rodea desde un nuevo enfoque, más amable contigo mismo, podrás limpiar el veneno emocional y sanar tus heridas. Aceptarte, perdonarte y salir de la percepción errónea.

